1981-1982. Nuevas explicaciones para el origen de la vida (Cairns-Smith y las arcillas)


En la actualidad conviven varias explicaciones para el origen de la vida en nuestro planeta. Desde que Svante A. Arrhenius (1859-1927) propusiera un origen extraterrestre para los organismos vivos, ideas de este tipo han surgido una y otra vez a lo largo de la historia. En 1922, Alexandr I. Oparin (1894-1980) y John B. S. Haldane (1892-1964) postularon, en forma independiente, el primer conjunto de hipótesis verificables acerca del origen de la vida en la Tierra. Stanley Miller aportó las primeras evidencias experimentales que corroboraron la teoría de Oparin y Haldane en 1922. En 1958, otro científico, Sidney Fox, obtuvo estructuras proteicas limitadas por membrana que podrían haber dado origen a entidades con mantenimiento autónomo. En 1981, Francis Crick –quien se hiciera famoso por desentrañar junto con James Watson la estructura del DNA en 1953– postuló una teoría que denominó "panspermia dirigida". Esta idea, que desarrolló junto con Leslie Orgel del Salk Institut de California, propone que seres inteligentes, que actualmente viven en otros planetas mucho más antiguos que el nuestro, habrían enviado los primeros aportes genéticos a nuestro planeta. Crick llega a la panspermia tras haber agotado las posibilidades del paradigma vigente. Esta hipótesis está basada, entre otras cosas, sobre la constatación de que, por ejemplo, un elemento –el molibdeno–, muy escaso en nuestro planeta, es esencial para el funcionamiento de numerosas enzimas. La pregunta acerca del origen de las primeras moléculas orgánicas y del paso desde sistemas no vivos a células vivientes sigue siendo hoy en día un tema candente. Varias hipótesis se disputan la explicación de cómo pudo haberse producido esta transición. En la década de 1980, el químico A. Cairns-Smith publicó una serie de trabajos. En ellos sugiere un mecanismo que explica cómo pudo haberse producido la polimerización de los primeros compuestos químicos, hoy propios de los seres vivos. Este científico propone como protagonistas de este proceso a las arcillas. Para Cairns-Smith, la formación de los primeros polímeros pudo haber ocurrido en las superficies minerales de las arcillas, las que habrían actuado como una matriz sobre la que se habrían ensamblado los monómeros de los ácidos nucleicos, polipéptidos y polisacáridos. Según esta hipótesis, algunos cristales pueden autorreplicarse, fracturándose en microcristales más pequeños. Así, la propia arcilla, por medio de la característica de fracturación y el bajo riesgo de absorber agua, habría podido capturar moléculas orgánicas, posibilitando la transferencia, en las fragmentaciones, de un primitivo código genético.

Véase también: cap. 1