1909. Morgan y a utilización de la mosca de la fruta, Drosophila melanogaster


En 1909, Thomas H. Morgan (1866-1945), un biólogo estadounidense que había visitado el laboratorio del botánico Hugo De Vries (1848-1935) en Holanda y había quedado impresionado por su trabajo, abandonó sus investigaciones en embriología y comenzó otras nuevas en genética. En la Universidad de Columbia fundó el que sería el laboratorio más importante en ese campo durante varias décadas. La riqueza de datos que surgió de estos estudios fue tan impresionante que este período de la investigación genética, que duró hasta la Segunda Guerra Mundial, se ha caracterizado como ''la edad de oro de la genética" (aunque algunos dirían que la edad de oro es la actual). Con una notable combinación de intuición y suerte, Morgan eligió a la mosca de la fruta, Drosophila melanogaster, como su organismo experimental. Los biólogos generalmente han usado para sus experimentos plantas y animales "insignificantes" como las plantas de guisante de Gregor Mendel (1822-1884). Esta decisión se basa sobre la suposición de que los principios biológicos básicos son universales y se aplican por igual a todos los seres vivos. Finalmente, la mosquita de la fruta demostró que era un "material ideal" para una gran variedad de investigaciones genéticas. En las décadas siguientes, las especies de Drosophila se hicieron famosas como la principal herramienta de los biólogos para los estudios de genética animal. En la actualidad, también constituyen uno de los organismos más utilizados en los estudios de genética del desarrollo. Tal vez el más importante de los principios establecidos por Morgan y sus colegas fue que los elemente (factores) de Mendel, los genes, están ubicados en los cromosomas. A comienzos del siglo XX, al iniciarse la "edad de oro", esta idea, que para nosotros ahora es común, generó ásperas controversias. En esta etapa de la investigación genética, el gen aún no tenía na realidad física; era una abstracción pura. El trabajo de Sutton y de otros citólogos era conocido, pero parecía irrelevante para los estudios sobre la herencia. Todavía en 1916, el zoólogo William Bateson (1861-1926) escribía: ''La suposición de que las partículas de cromatina, indistinguibles unas de otras y, en realidad, casi homogéneas frente a cualquier prueba conocida, pueden por su naturaleza material conferir todas las propiedades de la vida, supera incluso los límites del materialismo más convincente". Sin embargo, varias líneas de investigación condujeron definitivamente a relacionar genes y cromosomas.

Véase también: cap. 8