1836. Darwin y el nacimiento de la teoría de la evolución moderna


En 1831, el joven Charles Darwin (1809-1882) zarpó desde Inglaterra en un viaje que sería el más significativo en la historia de la biología. Antes de cumplir los veintitrés años, Darwin ya había abandonado la carrera de medicina y era un candidato reacio al clero, profesión que se juzgaba adecuada para el hijo menor de un caballero inglés. Estudiante mediocre, Darwin era un apasionado cazador y jinete, coleccionista de coleópteros, moluscos y conchas, botánico y geólogo aficionado. Cuando Fitz Roy, el capitán del buque de exploraciones H. M. S. Beagle, poco mayor que Darwin, ofreció un pasaje para un joven caballero que fuera voluntario sin remuneración, Darwin aprovechó esta oportunidad para ampliar sus conocimientos sobre historia natural. El viaje, que duró cinco años, forjó el curso del trabajo futuro de Darwin. Mientras el Beagle descendía a lo largo de la costa atlántica de Sudamérica, atravesaba el Estrecho de Magallanes y ascendía por la costa del Pacífico, Darwin viajaba por el interior del continente y exploraba los Andes a pie y a caballo. Allí observó estratos geológicos y descubrió conchas marinas fósiles a aproximadamente 3.700 metros y fue testigo del cataclismo terrestre producido por un gran terremoto que ocurrió mientras estaba allí. Además, coleccionó ejemplares de los numerosos tipos nuevos de plantas y animales que encontró. Darwin tenía muy frescas en su mente las teorías de Charles Lyell (1797-1875), quien sostenía que el efecto de las fuerzas naturales había producido un cambio continuo en el curso de la historia de la Tierra. Lyell fue una de las personas que más influyó en él. Darwin se impresionó fuertemente durante su largo y lento viaje a lo largo de una y otra costa por el cambio constante de las variedades de organismos que vio. Las aves y otros animales de la costa oeste, por ejemplo, eran muy diferentes de los de la costa este, e incluso, a medida que él ascendía lentamente por la costa occidental, una especie iba siendo reemplazada por otra. Lo más interesante para Darwin fueron los animales y plantas que encontró en un grupo de islas áridas, pequeñas y deshabitadas, las Galápagos, situadas a unos 950 km de la costa del Ecuador. Las Galápagos tomaron este nombre de los habitantes más notables de estas islas, las tortugas gigantes o Galápagos, algunas de las cuales pesan 100 kg o más. Cada isla posee su tipo propio de tortuga. Los marineros las llevaban a bordo y las mantenían como fuente adecuada de carne fresca para sus viajes en el mar y podían decir prontamente de qué isla provenía una tortuga en particular. También había un grupo de pájaros del tipo de los pinzones, 13 especies en total, que diferían entre sí por los tamaños y las formas de sus cuerpos y picos y en particular por el tipo de alimento que ingerían. En realidad, aunque sin dudas eran pinzones, tenían muchas características que se veían sólo en tipos completamente diferentes de pájaros del continente. Con sus conocimientos de geología, Darwin sabía que estas islas, de claro origen volcánico, eran mucho más jóvenes que el continente. Pero sus plantas y animales eran diferentes de las del continente y, de hecho, los habitantes de las distintas islas del archipiélago diferían entre sí. ¿Eran los seres vivos de cada isla el producto de una creación especial separada? "Uno podría realmente imaginar", reflexionaba Darwin más tarde, "que a partir de la escasez originaria de aves en este archipiélago, una especie había sido tomada y modificada para fines diferentes". Este problema continuó, según sus propias palabras, "obsesionándolo". Cuando Darwin volvió a Inglaterra, en 1836, dedicó largos años al estudio de las colecciones que había recogido durante el viaje. En 1839 se casó y, a partir del año 1842, se estableció con su esposa en una casa en las afueras de Londres, en la localidad de Down, donde vivió el resto de su vida estudiando, experimentando y escribiendo. Los primeros intentos de Darwin por imaginar el proceso de transformación de los seres vivos se enmarcaron en la idea de que la evolución no era necesariamente un proceso lineal de cambio ascendente. Los organismos simples podían dar origen a otros más complejos sin desaparecer durante el proceso y, por lo tanto, no era necesario recurrir a la generación espontánea para explicar la reposición de los organismos que se agotaban por el cambio constante. Además, tomó conocimiento de un tratado sociológico breve, pero muy comentado, escrito por el reverendo Thomas Malthus (1766-1834), que apareció por primera vez en 1798. En este ensayo, Malthus advertía, al igual que los economistas lo han hecho desde entonces, que la población humana estaba incrementándose tan rápidamente que en poco tiempo sería imposible alimentar a todos los habitantes de la Tierra. Darwin vio que la conclusión de Malthus, que la disponibilidad de alimentos y otros factores limitan el crecimiento de la población, es válida para todas las especies, no sólo para la humana. El proceso por el cual los sobrevivientes son "elegidos" fue llamado por Darwin "selección natural". La selección natural, según Darwin, era un proceso semejante al tipo de selección practicado por los criadores de ganado, caballos, perros o palomas. En la selección artificial, nosotros, los humanos, elegimos especímenes individuales de plantas o de animales para reproducirlos sobre la base de las características que nos parecen deseables. El propio Darwin era socio de la sociedad colombófila (criadores de palomas) y experimentaba los efectos de la selección artificial. Según Darwin, las variaciones que aparecen en cada población natural y se heredan entre los individuos son una cuestión de azar. No las produce el ambiente, ni una fuerza creadora ni el esfuerzo inconsciente del organismo. Por sí mismas, no tienen meta o dirección, pero a menudo tienen valores adaptativos positivos o negativos, o sea, pueden ser más o menos útiles para un organismo si se juzga su supervivencia y su reproducción. Es el funcionamiento de la selección natural, la interacción de organismos individuales con su ambiente durante una serie de generaciones, lo que confiere dirección a la evolución. El Origen de las Especies que Darwin "rumió" durante más de veinte años después de su regreso a Inglaterra es, según sus propias palabras, "un largo razonamiento". Hecho tras hecho, observación tras observación, escogidos de la isla más remota del Pacífico o del jardín de un vecino, fueron registrados, analizados y comentados. Cada objeción fue sopesada, anticipada y replicada. Así, en 1842 escribió el esbozo preliminar de su teoría, que revisó en 1844. Después de completar la revisión, escribió una carta formal a su esposa pidiéndole que en caso de su muerte publicara el manuscrito de aproximadamente doscientas treinta páginas. Entonces, con el manuscrito y la carta en lugar seguro, regresó a otro trabajo que incluía un tratado en cuatro volúmenes sobre los cirrípedos o percebes. Durante más de veinte años después de su regreso de las Galápagos, Darwin sólo mencionó sus ideas sobre evolución en sus cuadernos personales y en cartas a sus colegas científicos. En 1856, urgido por sus amigos Lyell y el botánico Joseph Hooker (1817-1911), Darwin comenzó a preparar lentamente un manuscrito para su publicación. En 1858, cuando ya había redactado aproximadamente diez capítulos, recibió una carta del Archipiélago Malayo que le enviaba otro naturalista inglés, Alfred Russel Wallace (1823- 1913), quien había mantenido correspondencia con Darwin en varias ocasiones previas. Wallace presentaba una teoría de la evolución exactamente igual a la teoría de Darwin. Al igual que Darwin, Wallace había efectuado largos viajes y también había leído el ensayo de Malthus. Revolviéndose una noche en la cama, con fiebre, Wallace tuvo un repentino destello de intuición. "Entonces vi inmediatamente", rememoró Wallace, "que la perpetua variabilidad de todos los seres vivos tendría que suministrar el material a partir del cual, por la simple supresión de aquellos menos adaptados a las condiciones del medio, sólo los más aptos continuarían en carrera". En dos días el manuscrito de veinte páginas de Wallace quedó completo y fue despachado por correo. Darwin, impresionado, le escribió a Lyell para comentarle lo sucedido y pedirle consejo acerca de cómo proceder. Tenía un dilema moral, ante la sospecha de que podría interpretarse que él se había apropiado de las ideas de Wallace: publicar o no publicar. Escribía al respecto: "Prefería quemar mi libro entero a que él o cualquier otro pensara que me comporté como un miserable". Sus amigos y colegas, el mencionado geólogo Lyell y Hooker, que eran testigos de la paternidad de la teoría, insistieron en que la publicara. Lyell y Hooker, tomando el asunto en sus propias manos, presentaron la teoría de Darwin y Wallace en una reunión científica casi un mes después. (Darwin describió a Wallace como noble y generoso, y aparentemente así era en realidad.) Su presentación recibió poca atención, pero para Darwin las compuertas habían sido abiertas. Darwin terminó su largo tratado en poco más de un año. Finalmente, se llegó a un digno y afortunado final: el 1 de julio de 1858, Darwin y Wallace presentaron en conjunto sus ideas frente a la Sociedad Linneana de Londres, en un artículo que se llamó Sobre la tendencia de las especies a crear variedades y sobre la perpetuación de las variedades y de las especies por medio de la selección natural.

Véase también: cap. 17