Siglo IV a. C. Aristóteles y el desarrollo animal


Hipócrates (460-377 a. C.) sostenía que el embrión se forma por la mezcla de dos simientes provenientes del padre y de la madre. Para Aristóteles (384-322 a. C.) y sus seguidores, era el hombre el que aportaba el principio creador, la forma, el principio de movimiento, el alma; la mujer aportaba el cuerpo y la materia pasiva. Para estos filósofos y naturalistas, en la matriz, el semen del macho se transformaba en espíritu que, activándose en la sangre menstrual, determinaba la forma de la materia. El concepto de Aristóteles del principio activo explicó por qué, a partir de un huevo, se podía desarrollar un ser vivo. El principio activo podía organizar o dirigir una serie de eventos que producirían la vida. Aristóteles creyó que el principio activo del huevo de la gallina lo convertía en un pollo. Un huevo de pez tenía un principio activo que lo convertía en un pez y así sucesivamente. Aristóteles admitía que los órganos se formaban a partir de una masa indiferenciada, teoría que luego sería retomada y aceptada. Más tarde, un grupo de médicos griegos apoyaron la postura de Aristóteles. Se trataba de Galeno (130-200) y sus seguidores. Estos médicos diferían en sus opiniones en cuanto a algunas cuestiones relativas a la fecundación como, por ejemplo, el lugar donde tenía lugar la unión de los gametos.

Véanse también: caps. 41 y 42